Otra
vez Alfredo refiriendo a sus amigos la misma situación. El relato se
había transformado en ritual a fuerza de ser repetido. Las mismas
carcajadas en los mismos momentos. Aquella noche de juerga dio para
mucho, especialmente cuando Berta le metió mano por detrás. Cuántas
veces escuchando cómo se le había puesto dura, pese a estar borracho, al
tacto de la mano de la mujer imaginada en su paquete… ¡qué cachondeo
provocaba ese pasaje en sus amigos!
Ernesto, como todos, llevaba oyéndoselo contar durante 20 años y, a estas alturas, no era cuestión de confesarle que la mano de Berta era la suya. Total… era Alfredo el único que lo desconocía. Y esa era la gracia.
Ernesto, como todos, llevaba oyéndoselo contar durante 20 años y, a estas alturas, no era cuestión de confesarle que la mano de Berta era la suya. Total… era Alfredo el único que lo desconocía. Y esa era la gracia.
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